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Publicidad

Hoy en día es frecuente ver al pie de un email un texto invitando a pensar en el medio ambiente con el fin de evitar que el correo sea imprimido. Sin embargo, la publicidad ya impresa sigue llenando nuestros buzones de manera indiscriminada.

Es evidente que la publicidad va ramificándose y abarcando cada vez más espacio en los diferentes canales de difusión. La disposición de internet para albergar publicidad en toda clase de formatos no ha hecho sino desarrollar las posibilidades para que los mensajes publicitarios nos invadan. Y es que vivir en el mundo de la información conlleva, al mismo tiempo, vivir en el mundo de la publicidad. El desarrollo tecnológico impulsó consigo una nueva generación de márquetin. Pese a todo, la difusión en papel se resigna a perder una batalla que ha dominado durante siglos y aún hoy se mantiene como una manera eficaz para la transmisión del mensaje publicitario.

Es por ello que, tal y como pregona el mensaje al final de los correos, debemos empezar a considerar el medio ambiente y rechazar el uso de la celulosa como medio de publicidad. No se reduce simplemente al folleto de muebles del almacén de la ciudad, o las ofertas primavera-verano de la popular tienda del centro, no. Los vemos en eventos, conferencias, exposiciones, teatros, aperturas, inauguraciones, descuentos, ofertas, viajes, material escolar etc. Y son de un solo uso o ni tan siquiera eso.

Ahora que parece que la conciencia ambiental despierta y que un amplio porcentaje de la humanidad es consciente de la pérdida de los bosques y el consiguiente aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero, es el momento de dar un paso al frente. Hay ya pequeños hábitos que se van asentando en nuestras sociedades como por ejemplo llevar bolsas de tela para hacer la compra o la lectura de prensa y literatura en formato digital. Es innegable el poder que tiene la publicidad y que si las empresas invierten tales cantidades de dinero es sólo porque resultan rentables. Pero, digo yo, que como consumidores también tendremos algo que decir al respecto y en mi caso, estoy harto de llenar mi caja de reciclaje de papel con papelitos publicitarios. ¿Hasta qué punto es necesaria la publicidad en papel para estas empresas? Y si es prescindible, ¿No debería estar sancionado cualquier acto que perjudique al medio ambiente (a no ser que sea por interés ciudadano de primer orden)?

Por otra parte, cabe pensar en el ciclo de vida de dicho papel. La tinta, la impresión, el transporte y distribución, están contaminando en cada etapa del proceso. ¿Por qué no ponerse de acuerdo para eliminar de una vez este indeseado producto que se cuela en nuestras casas?

No consigo silenciar el eco de las preguntas que asaltan mis pensamientos desde las pasadas elecciones: ¿Cuándo se hará posible votar digitalmente? ¿Cuándo se va a limitar o restringir la propaganda electoral y las papeletas ¿Cuándo se impondrán multas o impuestos especiales a la impresión en papel? ¿Cuándo ejercerán los partidos de ejemplo ciudadano e impondrán medidas ambientales verdaderas, eficaces y comprobadas?

El gobierno de Bruselas ya se ha puesto manos a ello. A través de su página de medio ambiente están haciendo un llamamiento a todos los vecinos para que pongan una pegatina en su buzón. Con esa pegatina, las empresas distribuidoras de publicidad pierden su capacidad y dejan de ser útiles, así como lo deja de ser el uso de la publicidad impresa.

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